Dios dice: “Y cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las personas, la mayoría de los que le habían visto con sus propios ojos o que habían oído las nuevas de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la negación al escepticismo. Cuando Él hizo que Tomás pusiera su mano en Su costado, cuando partió el pan y comió delante de ellos, después de Su resurrección y sólo entonces, y después de que Él comiera pescado asado delante de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era el Cristo en la carne. Se podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual, con carne y huesos, allí delante de aquellos hombres los estuviera despertando a todos de un sueño: el Hijo del Hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había vivido y comido con la humanidad durante largo tiempo… ¡En ese momento, las personas sintieron que Su existencia era tan real, tan maravillosa! ¡Estaban, asimismo, tan gozosos y felices, y, a la vez, tan llenos de emoción! Y Su reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su cercanía, Su preocupación y Su apego por la humanidad. Esta breve reunión hizo que las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados, anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza, algo en que confiar. El Hijo del Hombre allí delante de ellos estaría detrás de ellos por toda la eternidad; sería su torre fuerte, su refugio en todo tiempo”.
“Aunque el Señor Jesús había resucitado, Su corazón y Su obra no habían abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría, caminaría y estaría con ellos en todo tiempo, en todo lugar. Y así, proveería para la humanidad y la pastorearía; permitiría que ellos lo vieran y lo tocasen, y se aseguraría de que nunca más volvieran a sentirse indefensos. El Señor Jesús también quería que las personas supieran esto: no estaban solos durante su vida en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él está con ellos; las personas pueden apoyarse siempre en Él, quien es la familia de cada uno de Sus seguidores. Con Su apoyo, la humanidad ya no estaría sola ni indefensa, y aquellos que le aceptan como ofrenda por su pecado dejarán de estar atados al pecado”.
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
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